lunes, 1 de marzo de 2010

Al lector, M. de Montaigne


Es este un libro con buenas intenciones, lector. Ya desde el  inicio te advierte que no he querido ir más allá de lo doméstico y privado. No he tenido para nada en cuenta ni tus favores ni mi gloria. Mis energías me impiden llevar a cabo una tarea semejante. Lo he consagrado a la comodidad personal de mis parientes y amigos: para que cuando me hayan perdido (lo que no tardará en suceder) tengan la posibilidad de reencontrarse con algunos trazos de mis condiciones y estados de ánimo, y para que por este medio puedan formar una imagen más completa y viva de su conocimiento de mí. Si hubiese sido para buscar el agradecimiento de la gente, me habría arreglado mejor y me presentaría de acuerdo con un método elaborado. Quiero que se me vea en mi aspecto simple, natural y ordinario, sin afectación ni artificio: pues soy yo lo que pinto. Mis defectos quedarán expuestos, y mi forma, inocente, tanto como la consideración pública me lo ha permitido. Porque si me hubiese hallado en alguna de esas naciones que se dice aún viven bajo la dulce libertad de las primeras leyes naturales, te aseguro que con mucho gusto me habría pintado de cuerpo entero y desnudo. Así, lector, yo mismo soy la materia de mi libro: no es el caso que gastes tus horas libres en un tema tan frívolo e inútil. Entonces, a Dios; de Montaigne, este primero de Marzo de mil quinientos ochenta. 

 
Michel Eyquem de Montaigne
(1533-1592)

No hay comentarios:

Publicar un comentario